Desde hace un par de años escribir acerca del día de la madre me resulta contradictorio. No por nada malo, digo Yo, pero porque mi relación con la maternidad a sido ambivalente. Mis hijes son mis amores, por supuesto que los amo con locura, de eso no cabe ninguna duda. Pero el planteamiento que tengo frente a la maternidad se ha transformado conmigo a través de los años.
Fui una madre muy joven, tenía 19 años cuando Ignacio nació. Recuerdo la burbuja emocional en la que una se hunde… es hermoso descubrir a esa personita, su personalidad, sus rasgos físicos parecidos a una misma, y de paso al papá. El olorcito de bebé (en serio, si existe). Yo, que pude dar de mamar, verles crecer, engordar y sentir orgullo porque, adicional a haberlos gestado, los engordas con tu leche. Se siente una poderosa al descubrirse hembra mamífera.
Cada que escribo acerca de esto y de muchas cosas, pienso: “para MI”, porque sé que hay muchas mujeres que ese proceso no lo disfrutaron, ni lo recuerdan con cariño… y eso ESTA BIEN también.
Pero sí, Ignacio iba creciendo, y con él, los diferentes retos que como madre me enfrentaba. Cuando lo tenía de días de nacido pensé: “esto es muy fácil, no entiendo porque la gente se queja tanto”; poco sabia Yo que ser madre era más que darle de mamar a mi hijo recién nacido y ponerlo a dormir en las noches; que era mucho más que cambiarle el pañal cada vez que se hiciera caquita. Yo no sabía que cuando una se convierte en madre, se llena de miedos y de amor, una combinación que solo se traduce en instinto... de la mano de los hijes comienza el nacimiento de una nueva mujer, más sabia y conectada, más consciente.
Tampoco entendía nada del amor que a una la embarga cuando le nacen los hijos: olerlos, reconocerse en su rostro, oírlos, es una sensación como de que explota el pecho; Yo pensaba que no podría amar a nadie *NUNCA* como Yo amaba a Ignacio. Sin embargo, otro hijo llegó, Javier y con él aprendí que sí, por más trillado que suene el amor si se multiplica. Ahí estaba ese bebito diminuto y Yo sentía que el pecho me explotaba, ya no amaba a uno con locura, era a dos y con esa sensación de amor se acrecentó mi capacidad de darme, de transformarme, de trascender, de amar.
Con todo esto, Yo sentía que me llamaba un bebé más y recuerdo pedirlo con vehemencia; no pedía una o un bebé, solamente me colocaba la mano en el vientre y soñaba con un embarazo... anhelaba una maternidad más. Recuerdo que cuando me di cuenta de que Julia venía me invadió una sensación que no sé explicar: una combinación entre plenitud y gozo. Cuando nació pensé en que aquello era un sueño del que no me despertaba... ahí estaba aquella bebé que Yo sentía, venía a completar mi familia, aquella sensación de que me faltaba algo se llenaba con esa pelotita que tenía en mis brazos.
También pienso que las maternidades están llenas de incongruencias invisibilizadas e innombrables. No hay derecho. El cansancio extremo, la sensación de fracaso: nunca sabes si lo estás haciendo bien, y sólo toca confiar; el abandono de la sociedad, la ausencia de tribu, los pezones rotos, las panzas que cuelgan y las tetas llenas de leche... el duelo del cuerpo que tuve y del que tengo. El arrepentimiento, porque SÍ, habemos quienes nos arrepentimos porque sentimos que era DEMASIADO y que de haber imaginado lo que iba a ser, de repente no lo hubiéramos intentado. No importa cuando planeé y anhelé a esos bebés. La culpa, culpa por arrepentirse, por reclamar, por insatisfecha... por el niñe que llora y del que deseamos descansar, pero que, si lo hacemos, nos sentimos culpables también. Y allá, al fondo, por el otro lado: el amor, la dulzura, las risas... los cuentos, las historias... los despertares, los aromas de bebes, las frases divertidas que no se olvidan y trascienden la edad de las crías; las miradas de amor, los: "gracias, mami", cuando limpiamos moquitos, o servimos un platito de comida... un abrazo sentido cuando finalmente ese niñe corre a tus brazos después de un día duro o el: "te amo, mami", con ojitos llenos de sinceridad; todo eso de lo que también están llenas las maternidades... generando contradicción, la relación de amor y odio.
Ser la madre de mis hijes me llevó por un camino incierto que me ha dado grandes alegrías y desde ese lugar hoy *y siempre* le deseo a todas las mujeres del mundo que sus maternidades de críos, proyectos, trabajos, sueños y todo lo que puedan concebir en su mente y lo materialicen en su realidad, sean deseadas, anheladas; que les realicen, que cuando vuelvan su mirada atrás puedan sentir plenitud y agradecimiento por el camino andado; muy especialmente le hago reverencia a las madres de pequeños humanos, en este contexto de hoy, criar niños es de valientes y ante ustedes me inclino por su entereza de asumir esa gran responsabilidad de criar mujeres y hombres de bien.
¿Se llega a estar en paz con la maternidad? ¿Pasa por la capacidad adquisitiva y sentirme segure en las necesidades primarias de mis hijes? ¿O es acerca de mí misma y de mi proceso de transformación personal? ¿Los famosos acuerdos con los que nos elegimos con nuestros hijes antes de encarnar? No tengo idea aún. Sé que hay días en los que me levanto sintiéndome satisfecha y feliz de lo logrado. Ver a mis hijes hoy y sentir que todo está bien, que todo es perfecto y correcto. Nacho viajando y siendo independiente y autogestionado. Mis hijes menores aún creciendo, pero con la certeza de que un día a la vez. Que la maternidad, como otras tantas cosas, es una carrera larga, una maratón que corremos a ciegas… tirando semillas por aquí y por allá, con la fe y la esperanza de que germinen en hermosos árboles con frutos dulces.
Pero no, no digo feliz día de la madre porque no importa cuanto tengan romantizada su relación con su propia madre, hay malas madres por ahí... las tóxicas, narcicistas, egoístas, que no pudieron nutrir a sus hijes por sus propias carencias, porque tenían que cumplir y parir les hijes de la pobreza... los del patriarcado. O las que no lograron cumplir con los estandares de maternidad impuestos... las abandónicas... Esas madres aún duelen en el alma; no, no todes pueden desear ni tener un feliz día de la madre.