Hoy se celebra en Costa Rica el día de la niñez. Ya no queremos decir día de los niños, porque lo que no se nombra, no existe.
Revisé durante el día mis fotos de niña y recordaba tantas cosas. Hay dos fotos que son muy importantes para mí... son las niñas que yo he trabajado durante estos años de terapia.
La niña de dos añitos... en esa foto estamos celebrando mi primer cumpleaños. Recuerdo todo de ese día. A mis belitos, mis tías... la casa en llorente de tibás... el queque, a mis papás... todo lo recuerdo. Recuerdo sentirme querida, pero asustada... ya pasaban muchas cosas entre mis papás en esa época.., y yo estaba solita con ellos. Esto último es más que nada acerca de que la atención mía no tenía distracciones, éramos ellos y yo. Mi sonrisa de ese día lo dice todo: recuerdo la sensación de sentirme amada... estaba feliz.
La siguiente foto soy yo en el piso, con el dedo pulgar en la boca, porque sí... Yo chupaba dedo jeje. En esa foto se ve una niña molesta... veo la pijamita y la recuerdo perfectamente... recuerdo la sensación de ese material sobre la planta de mis pies y lo mucho que me gustaba caminar y escuchar el sonido que hacía. Estoy recostada contra la pared, molesta... estoy usando mucho la palabra "recuerdo", pero es que los recuerdos inundan mi cabeza de imágenes y mi cuerpo de sensaciones. Estaba tan brava ese día... hay una siguiente foto en donde se ve mi hermana Nella de un añito, hincada a mi lado, muerta de risa... ella me estaba "mortificando" decía mi mamá en esa época... recuerdo que quería seguir durmiendo, y que ella no me dejaba... recuerdo llorar porque no me la quitaban de encima...
Hay gente que me ve con incredulidad cuando hablo de lo mucho que recuerdo de mi infancia muy temprana... pero no sé de qué manera explicar que es algo en lo que no me tengo que esforzar, yo simplemente lo recuerdo. A mi niña la recuerdo con una mezcla de melancolía y tristeza. Yo era la niña brabucona, enojona de la clase. Con pocos amigos, siempre la profe me tenía que asignar a los trabajos grupales porque quedaba sola. No es victimizarme, pero es que yo era la hija mayor de un matrimonio compuesto por un padre que dice nunca haber sido alcohólico... pero nunca dejaba de tomar. Definirlo como un alcohólico fue lo que me ayudó a darle sentido a esa época de mi vida... "no tenía control sobre su deseo de tomar licor". Él me diría, años después, que siempre supo lo que hacía y que tomaba porque quería... eso no era mejor, era peor. Lo hacía porque sí... aunque sufriéramos mucho en el proceso, yo al menos. Recuerdo ir al cuarto de él y poner un dedito en su nariz, si no lo oía roncar, para asegurarme de que estaba vivo... vivía con un miedo perpetuo de que un día se muriera; y por una madre que estaba sometida, subordinada... no victimizo a ma, sé que ella ha elegido siempre su matrimonio, no importa lo mal marido que fuera mi papá... me ha tocado respetar sus desiciones, aunque como adulta no las comparta... mi niña, pues no tenía opción... estaba indefensa ante aquella dinámica relacional, no tenía escapatoria.
Todo esto hizo que hiciera torpes esfuerzos de honrar las niñeces de mis hijos. Digo torpes porque la que estaba maternando era la niña, desde el enojo, el abandono... no era la adulta sanada, era la niña herida. Vivía subsanando mi sensación de que mis padres no me elegían, si no que elegían cualquier cosa antes de darnos un hogar estable y sano a mí y a mis hermanos. La sensación de que merecía el esfuerzo de alguno de ellos de hacer lo correcto. No creo que haya hecho un trabajo encomiable. Por el contrario, lo encuentro deficiente... pero fue lo mejor que pude hacer con mi historia de vida y saquito de herramientas a cuestas.
Los veo, a los tres, y veo lo más grandioso que pude hacer en mi vida. Nada supera sus vidas, no importa qué. Es un amor que me enraizó, que me hizo tierra y que desató en mí, con cada nacimiento, una etapa distinta de sanación por la que me encuentro profundamente agradecida... no puedo sentir más que eso en mi alma cuando observo el camino que he caminado con cada uno de ellos, mis niños amados.
Hoy quiero dar gracias por sus vidas, que tanto han transformado la mía. Por esas miradas inocentes, de amor y adoración que me dieron en su momento. Sus historias tiernas, llenas de fantasía cuando me hablaban de sus sueños y deseos... Sus abrazos tiernos cuando colechabamos, las olfateadas que les pegaba... ver en sus caras la mía... esos corazones desbordantes de amor por mí sin yo sentirme merecedora de él... Gracias, mis amades, por tanto amor incondicional. Espero haber honrado su admiración por mí y que de alguna manera, en este camino que es ser madre, pero que también es de ser hijes, hayan podido dar rienda suelta a su imaginación y tener un remanso de paz en medio de la vida que elegimos les tres para vivir juntes en esta encarnación.
Los amo con todo lo que fui, soy y seré porque son de mí ustedes tres... gracias por tanto y por todo.
Vivan les niñes... vivan les niñes... que siempre tengan ganas de jugar <3