Algunas veces siento que floto en mi presente.
Días como hoy, me levanto con un poco de ansiedad por la cantidad de cosas que quiero hacer, pero al mismo tiempo, agradecida por ello.
Hace unos años, no podía pensar, solo sentir. Mis emociones me consumían, y no había espacio para nada más. Observo con compasión a esa mujer que se transformaba sin saberlo. Después de que mis hijos quedaron viviendo con su papá, tuve días muy buenos y otros muy malos, como era de esperarse. Sin embargo, cuando miro el camino recorrido, siento gratitud y, sí, mucho orgullo.
Pienso en aquellas noches interminables de llantos desconsolados, dominada por el miedo, preguntándome cómo estarían ellos, sin poder contactarlos. Los imaginaba acostados, y me preguntaba qué pensarían, por qué su mamá ya no estaba, por qué se había ido.
Hoy, seis años después de esos días eternos, me observo a mí misma y los observo a ellos, y siento un profundo orgullo por lo que hemos logrado juntos. Mis hijos son niños muy valientes. Hemos caminado juntos por un sendero incierto, uno que nos mantenía separados físicamente, pero que fortaleció nuestra conexión de una manera que va más allá de lo comprensible.
La única forma en que he logrado entender mi presente es revisando mi pasado. No sé si sea la única forma, ni si existan otras maneras de encontrar paz en medio de una experiencia tan desafiante como no vivir con tus hijos menores de siete años. Pero sé que esta fue la que me funcionó.
Revisé, con obsesión (esa parte les recomiendo que no sigan), cada decisión que había tomado, buscando entender mis aciertos y mis oportunidades para mejorar. Me preguntaba cómo actuar la próxima vez. Reconozco que era agotador vivir de esa manera. Afortunadamente, con la ayuda de mi analista, he aprendido nuevas formas de relacionarme con la realidad. Aunque aún mantengo la costumbre de revisarme constantemente, de seguir hilvanando todo lo que me ha traído a este presente maravilloso que hoy disfruto.
Libre, en calma, escribiendo, leyendo, creando, soñando, disfrutando, viviendo.
No creo que se pueda construir un presente sólido sin revisar el pasado, sin entender nuestras decisiones, las circunstancias en las que las tomamos, los recursos con los que contábamos. A veces me pregunto si esto es una forma de "medir" nuestra vida, porque lo que no se mide, no se mejora.
No podemos conectar los puntos mirando hacia adelante, porque el futuro no existe; lo creamos día a día. El éxito es la suma de pequeños esfuerzos repetidos cotidianamente. De igual manera, podemos mirar hacia atrás y conectar los puntos que han creado este presente, incluso si no nos gusta del todo; y así, corregir, ajustar y replantear para el futuro.
Por lo que fue, es y será: gracias.