lunes, 15 de julio de 2024

Mi descendencia

Ay, los hijos.... nadie nos puede preparar para el momento de traerlos al mundo... eso lo digo como una hembra adulta humana... me encantaría saber qué piensan los hombres que se han convertido en padres. 

Por mi parte, me convertí madre siendo una adulta **muy joven**, porque no era una adolescente, tenía 19 años. Siendo la hija mayor de mis padres, ya una de por sí está medio adultecida... hay grandes expectativas alrededor de los hijos mayores: lo que se les enseña, cómo lo hacen (ellos), muy poco de eso, al menos en mi experiencia, tiene que ver con los hijos y por el contrario, mucho con quienes creen nuestros padres que son y qué pretenden hacer con nosotros. Lo digo, nuevamente, desde mi propia experiencia. 

Cuando nació mi hijo mayor, pues vivía aún con mis padres, empezaba la universidad y tenía una relación con el papá de mi hijo que era una relación adolescente... con mucha inmadurez de por medio. Siempre le digo a mi hijo que si quiere preguntarse cómo eran las cosas para mí como su madre, pues que se piense a sí mismo con un bebé... evidentemente esa imagen lo impacta. Tiene 23 años y viaja par de veces por año ya sea a Europa o en las Américas... y siendo que es un adulto bastante funcional (que se paga su aparta, sus estudios, sus viajes, sus gustos), pues claro que esa era Yo, pero lo tenía a él y el gran conflicto que eso me representaba como una joven adulta que se estaba desarrollando... Yo adultecí siendo su mamá. No reniego, simplemente lo establezco. Yo soy de las que cree que todo es perfecto y correcto y que lo que sucedió era lo único que podía suceder... Yo soy quien soy hoy por ese embarazo tan joven... y resulta que a mis 42 años, pues me gusta mucho quien soy, esto sin dejar de lado todo aquello que me he dicho que pude hacer mejor y que hubiera deseado entender de otra manera para hacerlo diferente, por él, no por mí. 

Y con esa idea me casé. Elegí al papá de mis hijos desde la certeza de que quería darles un maravilloso padre presente, buen ejemplo, involucrado, sin vicios, con una alta moral y principios, inquebrantables de paso. Nunca imaginé Yo que aquel matrimonio comenzaría a trazar el camino que pues llevaría a mi hijo a vivir con su papá... porque eso fue lo que pasó. Con mi permiso, claro que sí... y con la convicción de que era lo mejor para él, pero con el gran sufrimiento que me significó. Ninguna de nosotras, al menos en Antonellitalandia y su burbujita, trae sus hijos al mundo para no vivir con ellos, menos en una sociedad que establece: "los hijos son de la madre", como una sentencia que si no se cumple, se cuestiona el desempeño... no así cuando los hombres no vivencon, ni crían a sus hijos. Ese dicho establece que los hombres no los van a criar y que somos nosotras las que, en la carrera larga, somos las responsables. 

Eso lo digo porque al poco tiempo de embarazarme de mi primer hijo de mi matrimonio, pues mi hijo mayor necesitó ir a vivir con el papá y Yo no estaba lista para esa conversación a nivel emocional. Una maestra que amo mucho me dijo: "el corazón va siempre detrás de la razón"; Yo sabía que aquello era lo mejor para mi hijo, pero mi amor por él, (construido alrededor de la madre soltera, que saca a su hijo adelante, que es la única merecedora de las felicitaciones por sus triunfos), no me permitía sentirme al nivel de las razones que me llevaron a aceptar que se fuera a vivir con su papá a San José. Aquello fue un sufrimiento que casi me mata y Yo ya tenía a mi segundo hijo... un bebé de 11 meses, completamente dependiente de una madre deprimida y medio suicida. Mi bebito vivía con una mamá que estaba elaborando un duelo de otro hijo, mientras él mismo me preguntaba por su hermano... aquello era una "tragedia" en aquel momento para mí.

Pero la vida pasa, los días siguen pasando... en el programa de los doce pasos para hijos adultos de Alcohólicos Anónimos nos enseñan a "vivir un día a la vez"... y así pasaron los días y los años... y vino mi segunda hija, y entonces ya no tenía un bebé, tenía DOS. Por dios... Yo deseaba tener dos hijos... que se acompañaran, que se amaran... máxime después de las soledades que mi hijo mayor me reclamaba ("mamá, dónde está mi hermanita?"), GLUP. Pero a mí NADA me preparó para tener dos bebés completamente dependientes de mí... aquella responsabilidad me desbordó, fue demasiado. No importa cuánto Yo haya querido, planeado y pedido esos bebés... por favor, es lo primero que le sacan a una cuando se queja con justa de aquel trabajo tan agotador... "deay pero usted quería"; diay, claro que sí, porque no tenía idea de lo que significaba ese deseo en la realidad... Pero como dicen en el programa: "hago lo mejor que puedo, en el aquí y en el ahora", y eso hice. 

Eventualmente llegó mi proceso de divorcio del papá de mis hijos menores y con él una nueva toma de decisión que Yo nunca quise, pero que me tocó. Para el momento de mi divorcio Yo trabajaba como profesora de Yoga y hacía ferias de salud vendiendo aceites esenciales (todavía vendo, por si quieren 💟), pero aquello no daba para sustentar a dos niños menores de 5 años, ni para sostener la casa que teníamos.. Hice TODO lo que pude, TODO... solamente mi ser superior y Yo sabemos cuántas vías agoté para asegurarme de que mis hijos estuvieran conmigo... pero como "todo es correcto y perfecto", mis hijos quedaron viviendo con su papá tras nuestra separación. En otra provincia. Y Yo en la casa de unos amigos que me ayudaron mientras lograba ponerme mi apartamento. Aquello era la noche más oscura de mi alma... DE NUEVO. Me quise volver loca, la ansiedad por la separación me hacía no dormir, pero tenía que trabajar (en horario de 6-3), tenía que seguir adelante... recuerdo los llantos amargos, los desbordamientos, las confrontaciones, los años de visitarlos en medio de una tensión creciente entre su papá y Yo. Me sostenía la certeza de que **algo bueno tenía que haber** del otro lado... que "dios sabe porqué hace las cosas", que eventualmente **todo se iba a arreglar** (o sea, que iban a vivir conmigo nuevamente).

El mismo amor y convicción que sustentaron mi decisión de que mi hijo mayor viviera con su papá, fue el mismo amor y convicción que me llevó a aceptar el camino que ante mí se abría: mis hijos menores de 5 años quedaban viviendo con su papá, y me iban a visitar a mí, y no al revés. Chiquis, Yo les pregunto: quién no se quiere volver loca si sus tres hijos viven con sus padres y no con ella?, eso en el contexto de esta sociedad patriarcal? Los señalamientos de la sociedad que cuestionaba mi situación no eran más fuertes que la culpa y el fracaso que sentía... aquello era una pesadilla de la que no me acababa de despertar. 

Y luego, las horas amargas se volvieron días, y los días meses, y los meses años... y me convertí en la madre que tanto deseaba, la que Yo quería ser para ellos... a través de esa separación y mi proceso terapéutico elaboré la distancia, sané mis dolores... me transformé, de nuevo. Aprendí que la divergencia se vivencia no solamente desde la sexualidad, si no desde el mismo hecho de ser un ser vivo y vivir en paz con lo que hay, dejando de tratar de cambiar lo que es para que sea lo que quiero... dejando de querer cumplir con lo que se espera, y haciendo lo que puedo, de la mejor manera posible... porque la magia reside sí, en aceptar lo que hay, lo que es... la desesperante lucha interna por cambiar la realidad por lo que Yo creo que debería de ser es algo que agota y vuelve loca a cualquiera. Aprendí a hacer las paces con la realidad (aquello suena como un encendedor que se prende.. NO LO ES), a vivir en el presente, en el aquí y en el ahora, aceptando lo que es, y aprendiendo a reconocer la diferencia entre lo que Yo sí puedo cambiar y lo que no. Solté para sanar y eventualmente amar. 

Mi maternidad divergente no es única, sé que somos muchas las mujeres que vamos por el mundo no teniendo a nuestros hijos con nosotras... las diferentes razones que nos llevaron a eso no vienen al caso, pero puedo hablar por mí cuando digo que mi amor por mis hijos fue más grande que mi deseo de tenerlos conmigo, y decidí teniendo en mente lo mejor para ellos (que igual me van a reclamar, ni modo).

Deseo dejarles esta herramienta, la Oración de la Serenidad, la que me recuerdo cada vez que empiezo a dudar de mí... la que me recuerda que hoy es una oportunidad que se acaba... y que cuando estoy en la cama puedo agradecerla... agradecer la oportunidad de haber hecho lo que podía y que descanso con esa certeza... descanso en la FE.